jueves, 1 de febrero de 2018

Decisiones de altura (LV - V)

Svetlana mostró sus credenciales a la entrada de Torre España. Había pocos sitios donde no pudieras entrar con una placa del CNI. Tomó el ascensor que la llevaría por el fuste hasta el centro de control de cuatro plantas. Al llegar a la parte superior se mareó un poco ante la perspectiva de la antena de 45 metros de altura. Allí, en la parte más alta, a 231 metros del suelo se encontró con David Abad. Le dirigió una mirada severa.
—¿De verdad es necesario que nos encontremos en lugares como este? ¡Estoy harta! Esto parece un viaje turístico. El faro de la Moncloa, el jardín del Moro, el templo de Debod, la mitad de los campanarios de Madrid, ¡y ahora esto!
—Calla y bésame— atajó David. La cogió entre sus brazos y se besaron mecidos al ritmo de la propia antena, que se desplazaba torpemente con el viento. Tras un instante ella lo rechazó.
—¡Y para colmo esto! ¿En serio tenemos que disimular que somos un par de enamorados?
—¿No me negarás que es agradable?— la desafió David riendo.

Habían empezado besándose en uno de sus encuentros al creerse perseguidos. Desde entonces David había insistido en que era un buen disfraz. Una pareja de novios que hacen turismo juntos. La besaba incluso aunque estuvieran en un lugar extraño, como Torre España, al que no puede entrar cualquiera. Él creía que a Sveta le gustaba también, aunque renegara de ello.

—Bueno, venga, al asunto. ¿Ha habido suerte?— cortó Sveta.
—Me temo que tampoco. Y lo malo es que ya nos van quedando pocos nombres en la lista.

Sveta, concedora del mundillo hacker había estudiado el malware y había escrito en un papel los nombres de los que ella creía que tenían la habilidad suficiente como para haber creado el Llama Verde.

—Tiene que ser uno de esos. Estoy segura. ¿Sigues pensando que no debemos involucrar al CNI en esto?
—Ni hablar.
—¿Pero por qué no, David? Tendríamos los inagotables recursos del CNI. Estoy convencida de que pondrían a todo nuestro departamento a trabajar en este caso.
—Cuánta más gente conozca el caso, más peligro correremos. Y luego están los jefes que con sus continuos cotorreos lo echarían todo a perder. No.
—¡Pero esto es demasiado importante como para que nos ocupemos de ello nosotros dos solos en nuestro tiempo libre!
—En cuanto a eso, he tomado una decisión. Dejaré el CNI para dedicarme por completo a este caso.
—¡Pero eso no puede ser! ¿Perderás tu trabajo por esto?
—Tú lo has dicho, es importante. Además, se me han acabado los cinco días de descanso por el fallecimiento de Carlos. ¿Cómo voy a poder concentrarme en el trabajo sabiendo lo que sé? Algún hijo de puta ha matado a mi hermano por esto. Tengo que resolverlo y ajustar cuentas.
—Entonces también yo dejaré mi puesto.
—No. No debes. Necesito que me ayudes desde allí.
—Puedo hacer casi lo mismo contigo.
—No digas tonterías. Tú debes seguir y utilizar los recursos del CNI siempre que puedas para avanzar en el caso. Te necesito en tu puesto.
—Está bien, me quedaré— aceptó Sveta resignada.
—En cuanto a mi, intentaré pedir una excedencia. Quizá tenga suerte para variar.

Sveta alejó los nubarrones negros de su mente. Le sonrió y ambos se fundieron en un agradable beso, caliente y húmedo. David, el muy pícaro, trató de meterle mano. Ella indignada se alejó propinándole una bofetada del quince y se fue aún con la sonrisa en los labios.

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