viernes, 2 de febrero de 2018

La cita era en Apartadó (LV - VI)

Una mañana L0pthR disfrutaba de una cerveza en la terracita del bar restaurante Kiwi que estaba en la esquina opuesta del Hotel Embera, donde se alojaba temporalmente. Llevaba mucho tiempo planeando su marcha y por fin lo había hecho. Le llenaba de orgullo la forma tan inteligente en la que lo había realizado todo. Había viajado sin destino aparente, de ciudad en ciudad, sin reservas y sin tener nada prefijado. Cuando llegaba a un lugar miraba los trenes y aviones y decidía el tiempo que pasaría en él. Evidentemente, su lugar de destino lo tenía elegido hace tiempo. Las condiciones que debía tener eran dos: que fuera un sitio remoto donde nadie le conociera y que estuviera alejado de las ciudades principales. Lo demás, quizá inconscientemente, no le importaba. Su distraída ruta recorrió tres continentes, para terminar en Apartadó, Nueva Antioquía, Colombia. La ciudad, que se desarrollaba a lo largo del río Apartado, tenía más de cien mil habitantes aunque sus calles se asemejaban más bien a las de un pueblo.

Sentado en su mesa, contemplaba a los transeúntes ocupados en sus insignificantes vidas. A su espalda, a poca distancia se veían los frondosos árboles que señalaban la presencia del río, de un verde profundo y fresco. El hotelito, de cuatro pisos, tenía sólo doce habitaciones. Casi todas ellas vacías. Se sonrió por la manera en la que se la había jugado a Morgoth. Éste había insinuado que si L0pthR no podía desembarazarse de la llama verde, quizás otros pudieran. El colmo fue cuando tuvo que hablar en aquel chat absurdo con el que se hace llamar GumPeR. L0pthR sonrió y pensó para sus adentros «vaya individuo el GumPeR». Había fingido cooperar con él. De todas formas, Morgoth tenía copia del malware. Y después había huido rápidamente sin despedirse de nadie. Lo que no sabía Morgoth era que ni GumPeR ni nadie podrían modificar su trabajo sin sus códigos maestros. Rió en voz alta de forma incomprensible para los viandantes. «Ilusos» pensó. «Nadie va a quitar la llama verde de mi bebé. Ni Morgoth ni el rey brujo del mar, ni por supuesto y por encima de todo: GumPeR». El poco tiempo que había hablado con él, sin saber por qué, había sido suficiente para odiarlo. Si tanto confiaba el jefe en GumPeR... ¿por qué no le había encargado el trabajo a él en lugar de incurrir en incontables molestias para dárselo a L0pthR? Todo el asunto le sacaba de quicio. Huir era la mejor solución.

Esos pensamientos le mantuvieron distraído hasta que se percató de lo tarde que era. Llamó al camarero, pagó y entró al restaurante a tomar la que sería su última comida.

Despertó de su siesta a las seis, empapado en sudor. Alguien le había contado al llegar que en la región hay un ochenta por ciento de humedad todo el año. Daba la impresión de estar sudado todo el día. Odiaba sentirse sucio. Después de ducharse, ya vestido para la cena, salió al balcón a fumar un cigarrillo. Fuera había oscurecido. Apoyado en la barandilla acabó su pitillo y encendió otro. El mechero insistía en no prender, así que recurrió a las cerillas que le habían proporcionado en el Kiwi.

Desde el tejado de la pizzería de enfrente, de la franquicia Mastropiero, la luz convulsa de la cerilla iluminó un momento la cara de L0pthR. Sentencia sonrió desde su posición, agazapado sobre la cubierta de amianto del tejado. Apuntó a la luz con su FiveseveN y dejó que L0pthR diera algunas caladas más. Contuvo la respiración y apretó el gatillo dos veces. El silenciador dejó los dos tiros en dos chasquidos. Dos balas procedentes de cartuchos SS190 de 5,7x28mm, cruzaron la calle a una velocidad de 650 metros por segundo alcanzando al hacker en la cabeza y en el pecho. Sin pérdida de tiempo, Sentencia recogió los casquillos y saltó a la calle lateral. Corrió hacia el río que estaba apenas a 30 metros. Vomitó en las aguas negras y pronto no quedó de él mas que el eco del motor fuera borda de su bote.

L0pthR oyó el ladrar triste de un perro lejano y expiró.


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